jueves, 11 de abril de 2013

Ese Gusanito que Todo Viajero Lleva Dentro

Cobá - Tulum - Playa del Carmen 02 -06 Marzo del 2013

Era tiempo de despedirme de Julio y continuar con lo que sería la última etapa de esta aventura, la cual había dado inicio algunas semanas atrás. Muchas gracias por la inmensa hospitalidad y un honor haber sido el primer surfer mexicano que recibes Julio. Había decidido llegar a Tulum ese mismo día, pero primero haría una parada en Cobá, lugar que me había sugerido el estadounidense de Chichén visitar debido a que esta zona arqueológica se podía recorrer en bicicleta, lo cual me pareció una magnífica idea.

Al llegar al pueblo de Cobá, me detuve un momento para observar su gran laguna, al fondo era posible ver una gran selva todavía bien conservada. Una vez en la ventanilla de la zona arqueológica, me lleve una gran decepción ya que además de pagar los $40 de acceso, tenía que pagar otros $30 si es que quería entrar con la bicicleta, cosa que me pareció totalmente inaudito y no accedí a pagar más. Al final exploré el lugar caminando a paso rápido. Cobá es una complejo arqueológico localizado en la selva ya en el estado de Quintana Roo, la distancia entre sus edificios es un poco larga, así que para aquellas personas que no estén acostumbradas a caminar, es posible rentar una bici, o si de plano se es demasiado flojo, alguien más puede hacer ese trabajo y pedalear por usted. Es posible todavía subir a la Pirámide de Nohoch Mul que se encuentra al final del complejo arqueológico, si se padece de vértigo es mejor no intentarlo. Al llegar a la cúspide, la mejor recompensa que se obtiene es ver todo Cobá mayormente cubierto por su selva.








 Pirámide de Nohoch Mul

Ya de regreso en la carretera, podía ver algunas personas cargando con su rifle sin problema alguno, al parecer es totalmente legal en esta parte. También pude confirmar que los peores conductores se encuentran por aquí, en especial las mujeres que son terribles con el volante, no respetan o quiero pensar que no conocen las reglas de conducir (perdón por el comentario pero es la verdad).

Habían pasado ya nueve horas desde que deje por la mañana Valladolid, esos 102 kilómetros que me mantenían separado de un punto y el otro se fueron volando. Debí haber escuchado lo que me advirtieron un poco antes de emprender este viaje: "Tener cuidado, que viajar en bici es sumamente adictivo". Creo que es la primera vez que avanzaba tanto y aun con las energías suficientes de seguir pedaleando.

Al no ver respuesta alguna por parte de los couch surfers de la localidad, pregunté a algunas personas donde se encontraba la playa para poder acampar, sin embargo, como no hay playas vírgenes, tendría que pagar cierta tarifa que no estaba dispuesto a hacer. Al final recurrí a la ayuda de la iglesia donde me ofrecieron un espacio donde poner la tienda, allí, poco a poco se fueron acercando niños para ver y preguntar lo que estaba haciendo entre otras de sus curiosidades. Antes de ir a dormir, no me imaginaba hasta donde había logrado llegar, sabía que era un viaje corto que no había sido nada sencillo, pero que tampoco había sido para nada difícil, sentía dentro de mi ese gusanito con el deseo y con las fuerzas de seguir viajando, pero hasta ese momento ya había determinado que este viaje debería pronto estar por terminado.

El comienzo del siguiente nuevo día fue el peor que habría tenido en todo este tiempo, amanecí enfermo. Al desayunar un caldo bien caliente y tomar el medicamento que llevaba para estos casos, mejoró temporalmente mi condición.

La zona arqueológica de Tulum, era la última que estaba en mi itinerario por visitar y que mejor sin tener que pagar un centavo. Para llegar a está, me tomó un poco más de lo pensado, debido a que tomé el camino equivocado. Realmente a este punto ya no me asombraba mucho ver las ruinas, lo que si me resulto interesante fue como estas se encuentran frente un mar azul verdaderamente hermoso. Cabe destacar que no es el único sitio arqueológico frente al mar y que hay otros dentro el mismo estado.












Son las 8:20 pm y finalmente he llegado a mi último destino, luego de haber tenido un día largó y algo complicado debido al mal estado con el que me levanté, gracias al fuerte frío que hizo durante la noche anterior (¿¡No se supone que hacía calor en el Caribe!?) y el terrible viento que hizo durante todo el recorrido, me llevo a realizar los últimos 62 kilómetros de Tulum a Playa del Carmen en un tiempo mucho más de lo planeado.

Eran casi las seis de la tarde y me encontraba hambriento, y sin un lugar donde pasar la noche, hubiera sido genial acampar en la playa pero sabía que no estaba en condición de hacerlo y que debería de reposar bajo un techo. Por suerte, mi amigo Naim se dio la tarea de buscarme unos hostales baratos hasta que encontré disponibilidad en el Hostel Playa, el cual incluía cama en uno de los dormitorios, ducha caliente, uso de cocina, desayuno incluido y wifi, únicamente por $140 la noche. La única cosa que desee hacer en el momento, era tomar el baño e ir a dormir.

Durante la corta estancia por Playa, pude darme cuenta que la ciudad en sí no es acreedora con algún atractivo cultural encantador, pero si el lugar ideal para todo vacacionista que quiera pasar ratos de mucha diversión día y noche. Lo más atrayente del lugar, es el color azul y transparente del mar y el color blanco de su arena, cenotes a tan sólo unos cuantos kilómetros de la ciudad, el clima tropical entre otros factores a su favor, son la razón por la cual esta parte del Caribe es el favorito y frecuentado por muchas personas de alrededor del mundo.




Después de estar viajando por siete semanas por el sur de México, ha llegado finalmente el momento de terminar con esta fantástica travesía. Mi cuerpo y mi mente aún cuentan con la fuerza necesaria para seguir pedaleando por bastante tiempo, pero estoy consciente que debo poner un alto en este momento y enfocarme en otras prioridades muy importantes y necesarias. Seguramente habrá una segunda parte de estas crónicas en alguna otra ocasión, Brasil, Asia, o posiblemente La Bella Italia, no lo sé, eso el tiempo lo decidirá.

Me siento un chico verdaderamente afortunado en estos momentos por el sueño que se me ha regalado, y creo que no hay nada más que necesite. Quiero agradecer a mi madre y familiares que siempre estuvieron al tanto de mi, ya fuese vía telefónica o redes sociales, a mis amigos, y a todas esas extraordinarias personas que conocí y entable lazos de amistad durante el viaje completo, a las personas que me ayudaron en cierto momento aun cuando yo era un completo extraño para ellos, y por supuesto, a todos los lectores que dedicaron un su valioso tiempo en leer el blog.

Mientras me doy por última vez un buen taco de ojo con toda la belleza que se encuentra uno por aquí en playa mamitas (y vaya que le queda excelente el nombre), me voy preparando junto a mi inseparable compañera de viaje Cortana, para ir a la estación de autobuses que me lleve a lo que sería mi posible nuevo hogar temporal. En la carretera observo detenidamente a través de mi ventana el mismo trayecto que tomé pero cuando yo iba en la dirección totalmente opuesta, un sin fin de bellos recuerdos vinieron a mi mente en ese instante, mientras sonrío y miro el atardecer al final del camino.

viernes, 5 de abril de 2013

Chichén Itzá

Izamal - Kantunil - Chichén Itzá - Valladolid 26 Febrero - 02 Marzo 2013

Ha transcurrido ya una semana desde que llegue a Mérida, los días que pase aquí se fueron volando, sin embargo, es el momento de continuar con este recorrido. Mi primer objetivo es hacer una parada a Izamal, para después visitar una de las nuevas siete maravillas en el mundo.

El día no podía haber comenzado mejor, con un cielo completamente nublado y con el viento corriendo a mi favor. Durante el camino, algunos vehículos hacían sonar su claxon y saludaban en forma de ánimos, lo cual, me hizo recordar aquellos grandes momentos en los que me encontraba compitiendo en el maratón de mi ciudad, donde la gente te apoyaba y te inspiraba el continuar adelante. Sin darme cuenta, ya había pedaleado esos 66 kilómetros para llegar a Izamal, este pueblo mágico es famoso por tener todos sus edificios pintados de color amarillo, además de ser conocido como la Ciudad de las Tres Culturas debido a que posee herencia cultural de la época prehispánica, colonial y contemporánea. En el pueblo, únicamente permanecí un par de horas, que me sirvieron para conocer un poco como el Convento de San Francisco, la Pirámide de Kinich Kakmó, así como también reposar un poco en una de sus plazuelas mientras veía a turistas pasearse en unas carrozas muy peculiares.
 Convento de San Francisco
Pirámide de Kinich Kakmó

Eran casi las tres de la tarde y aún había una gran distancia que me separaba de Chichén, por lo que me dirigí al pueblo de Kantunil y ver la posibilidad de pasar la noche. Kantunil es un pueblo sumamente pequeño y tranquilo, donde el único momento de ruido es el de los autobuses y combis que trasladan pasajeros. Ya estaba a punto de ponerse el sol, y al no poder encontrar al padre de la iglesia para solicitar asilo de una noche, decidí preguntar en la estación de policías, donde amablemente el jefe en turno aceptó mi solicitud.

A la mañana siguiente, armé el equipo y continúe mi camino, no sin antes agradecer a los policías que me recibieron y que por suerte ya estaban a punto de terminar su largo turno de 24 horas e ir a descansar a casa. Durante el camino, podía ver como dejaba algunos pueblos atrás, así como algunos cenotes, quería llegar lo más temprano que pudiera a la zona arqueológica para evitar esa multitud de turistas que seguramente habría. Una vez en el pueblo de Chichén, se me acercó un señor de origen estadounidense en su bicicleta, me preguntó de donde era y cuál era mi ruta en el viaje, comenzamos a charlar un poco, X ya tiene varios años radicando en el lugar y conocía muy bien la zona sur del país, me sugirió algunos lugares que podrían ser de mi interés así como la mejor ruta para tomar.
Kantunil

Ya en la zona arqueológica, veía como entraban y salían camiones llenos de pasajeros de diversas nacionalidades sin descanso alguno. Antes de empezar el recorrido, tuve que devolver el ticket de entrada a la mujer de la ventanilla ya que me estaba cobrando tarifa de extranjero, fue hasta necesario tener que mostrar mi I.F.E. Para todo aquel nacional que no asista en domingo, se requiere cubrir la cantidad de $75 la entrada, más $50 del acceso al complejo. La primer edificación que vi fue el Templo de Kukulcán, la cual todo el mundo quería tomarse las mejores fotos posibles para salir junto a una de las maravillas del mundo, claro que yo tampoco perdería mi oportunidad estando allí. Lamentablemente ya no está permitido subir a la pirámide como tampoco al resto de los edificios, esto con el fin de evitar el deterioro de las miles de personas que frecuentan el lugar al día. El recorrido puede tomar varias horas por lo inmenso que es y hasta días o semanas para entender a profundidad un poco más de su historia. Para ser sincero no me encontraba tan conmocionado el estar ahí presente después de haber estado ya en otras zonas arqueológicas anteriormente, donde siento que mi asombro era mucho mayor. Había miles de turistas y cientos de vendedores por todas partes a dondequiera que volteaba, posiblemente hubiera sido diferente si hubiera llegado desde muy temprano.





 









Eran las tres de la tarde cuando partí de Chichén en dirección hacia Valladolid, le había avisado a Julio, mi anfitrión de Couchsurfing, que llegaría ese mismo día o lo más seguro al día siguiente por la mañana. Aún me quedaban algunas horas antes de que cayera el sol, el cielo claro se había vuelto nublado con posibilidad de que lloviera, pedalear hasta mi objetivo es lo que estaba en mi mente.

Cancunul fue el pueblo donde tuve que hacer una parada forzada, ya había caído la noche, y aunque me faltaba unos cuantos kilómetros para llegar a Valladolid, no quería tomar el riesgo en la carretera. Mientras tomaba mi primer alimento del día además del Machacado que tomé por la mañana, recibí una llamada de Julio, pidiendo que lo esperara y que juntó con su tío vendría a recogerme, cosa que no me pareció nada mal. Ya en Valladolid, nos dirigimos a la casa de un amigo de mi host, donde un par de sus amigos y otros couch surfers que estaba hospedando, aguardaban por nosotros. Una deliciosa pasta preparada por Inés y un poco de cerveza, acompañado de una muy grata compañía, fue como terminó ese gran día, no sin antes tomar una ducha antes de ir a dormir.

Por la mañana, Julio nos llevo a tomar un poco de chocolate a la casa de la abuela. Posteriormente fuimos a caminar un poco por el centro histórico, para después visitar el cenote Zaci, donde Olli hizo muestra de sus clavados olímpicos un poco de desincronizados. De acuerdo a la leyenda contada por Julio, cada 14 de febrero se recomienda no entrar a bañarse los hombres debido a que siempre desaparece más de uno, además que el agua torna de color rojo, esto se debe a un amorío secreto que hubo hace mucho tiempo, y donde el joven enamorado termina cometiendo una grave tragedia.


 
Aprovechamos la oportunidad de ir al Museo de Chocolate, en el que nos dieron una rápida y clara explicación sobre el origen y la evolución del chocolate, desde el preparado por los mayas hasta lo que es hoy en día. La noche la pasamos con un poco de pisto y unos ratos muy agradables.




El día siguiente era tiempo de despedirse de Inés y de Olli, ellos continuarían su viaje por el sur de México. El día de este para salada sería de lo más relajado, en espera de lo que sería el trayecto del día de mañana.