viernes, 5 de abril de 2013

Chichén Itzá

Izamal - Kantunil - Chichén Itzá - Valladolid 26 Febrero - 02 Marzo 2013

Ha transcurrido ya una semana desde que llegue a Mérida, los días que pase aquí se fueron volando, sin embargo, es el momento de continuar con este recorrido. Mi primer objetivo es hacer una parada a Izamal, para después visitar una de las nuevas siete maravillas en el mundo.

El día no podía haber comenzado mejor, con un cielo completamente nublado y con el viento corriendo a mi favor. Durante el camino, algunos vehículos hacían sonar su claxon y saludaban en forma de ánimos, lo cual, me hizo recordar aquellos grandes momentos en los que me encontraba compitiendo en el maratón de mi ciudad, donde la gente te apoyaba y te inspiraba el continuar adelante. Sin darme cuenta, ya había pedaleado esos 66 kilómetros para llegar a Izamal, este pueblo mágico es famoso por tener todos sus edificios pintados de color amarillo, además de ser conocido como la Ciudad de las Tres Culturas debido a que posee herencia cultural de la época prehispánica, colonial y contemporánea. En el pueblo, únicamente permanecí un par de horas, que me sirvieron para conocer un poco como el Convento de San Francisco, la Pirámide de Kinich Kakmó, así como también reposar un poco en una de sus plazuelas mientras veía a turistas pasearse en unas carrozas muy peculiares.
 Convento de San Francisco
Pirámide de Kinich Kakmó

Eran casi las tres de la tarde y aún había una gran distancia que me separaba de Chichén, por lo que me dirigí al pueblo de Kantunil y ver la posibilidad de pasar la noche. Kantunil es un pueblo sumamente pequeño y tranquilo, donde el único momento de ruido es el de los autobuses y combis que trasladan pasajeros. Ya estaba a punto de ponerse el sol, y al no poder encontrar al padre de la iglesia para solicitar asilo de una noche, decidí preguntar en la estación de policías, donde amablemente el jefe en turno aceptó mi solicitud.

A la mañana siguiente, armé el equipo y continúe mi camino, no sin antes agradecer a los policías que me recibieron y que por suerte ya estaban a punto de terminar su largo turno de 24 horas e ir a descansar a casa. Durante el camino, podía ver como dejaba algunos pueblos atrás, así como algunos cenotes, quería llegar lo más temprano que pudiera a la zona arqueológica para evitar esa multitud de turistas que seguramente habría. Una vez en el pueblo de Chichén, se me acercó un señor de origen estadounidense en su bicicleta, me preguntó de donde era y cuál era mi ruta en el viaje, comenzamos a charlar un poco, X ya tiene varios años radicando en el lugar y conocía muy bien la zona sur del país, me sugirió algunos lugares que podrían ser de mi interés así como la mejor ruta para tomar.
Kantunil

Ya en la zona arqueológica, veía como entraban y salían camiones llenos de pasajeros de diversas nacionalidades sin descanso alguno. Antes de empezar el recorrido, tuve que devolver el ticket de entrada a la mujer de la ventanilla ya que me estaba cobrando tarifa de extranjero, fue hasta necesario tener que mostrar mi I.F.E. Para todo aquel nacional que no asista en domingo, se requiere cubrir la cantidad de $75 la entrada, más $50 del acceso al complejo. La primer edificación que vi fue el Templo de Kukulcán, la cual todo el mundo quería tomarse las mejores fotos posibles para salir junto a una de las maravillas del mundo, claro que yo tampoco perdería mi oportunidad estando allí. Lamentablemente ya no está permitido subir a la pirámide como tampoco al resto de los edificios, esto con el fin de evitar el deterioro de las miles de personas que frecuentan el lugar al día. El recorrido puede tomar varias horas por lo inmenso que es y hasta días o semanas para entender a profundidad un poco más de su historia. Para ser sincero no me encontraba tan conmocionado el estar ahí presente después de haber estado ya en otras zonas arqueológicas anteriormente, donde siento que mi asombro era mucho mayor. Había miles de turistas y cientos de vendedores por todas partes a dondequiera que volteaba, posiblemente hubiera sido diferente si hubiera llegado desde muy temprano.





 









Eran las tres de la tarde cuando partí de Chichén en dirección hacia Valladolid, le había avisado a Julio, mi anfitrión de Couchsurfing, que llegaría ese mismo día o lo más seguro al día siguiente por la mañana. Aún me quedaban algunas horas antes de que cayera el sol, el cielo claro se había vuelto nublado con posibilidad de que lloviera, pedalear hasta mi objetivo es lo que estaba en mi mente.

Cancunul fue el pueblo donde tuve que hacer una parada forzada, ya había caído la noche, y aunque me faltaba unos cuantos kilómetros para llegar a Valladolid, no quería tomar el riesgo en la carretera. Mientras tomaba mi primer alimento del día además del Machacado que tomé por la mañana, recibí una llamada de Julio, pidiendo que lo esperara y que juntó con su tío vendría a recogerme, cosa que no me pareció nada mal. Ya en Valladolid, nos dirigimos a la casa de un amigo de mi host, donde un par de sus amigos y otros couch surfers que estaba hospedando, aguardaban por nosotros. Una deliciosa pasta preparada por Inés y un poco de cerveza, acompañado de una muy grata compañía, fue como terminó ese gran día, no sin antes tomar una ducha antes de ir a dormir.

Por la mañana, Julio nos llevo a tomar un poco de chocolate a la casa de la abuela. Posteriormente fuimos a caminar un poco por el centro histórico, para después visitar el cenote Zaci, donde Olli hizo muestra de sus clavados olímpicos un poco de desincronizados. De acuerdo a la leyenda contada por Julio, cada 14 de febrero se recomienda no entrar a bañarse los hombres debido a que siempre desaparece más de uno, además que el agua torna de color rojo, esto se debe a un amorío secreto que hubo hace mucho tiempo, y donde el joven enamorado termina cometiendo una grave tragedia.


 
Aprovechamos la oportunidad de ir al Museo de Chocolate, en el que nos dieron una rápida y clara explicación sobre el origen y la evolución del chocolate, desde el preparado por los mayas hasta lo que es hoy en día. La noche la pasamos con un poco de pisto y unos ratos muy agradables.




El día siguiente era tiempo de despedirse de Inés y de Olli, ellos continuarían su viaje por el sur de México. El día de este para salada sería de lo más relajado, en espera de lo que sería el trayecto del día de mañana.


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