miércoles, 27 de marzo de 2013

Hacia la Ciudad Blanca de Mérida


Hecelchakán - Uxmal - Muna - Mérida 15-26 Febrero 2013

Despierto desde temprano, preparé lo que me faltaba del equipaje para poder llegar lo más lejos que pudiera cerca de la zona arqueológica de Uxmal. El lapso hacia las afueras de la ciudad de Campeche era de lo más agradable, me encontraba con una buena disposición de tiempo, con un clima nublado a mi favor, y con las energías suficientes como para comenzar el día, donde si no hubiera sido por la torta más tremendamente pequeña que he comido en mi vida, no sé como hubiera resistido el resto del día.

En esos momentos donde todo es paz y armonía, y que nada puede marchar mal ya que todo pinta para ser un extraordinario día, repentinamente debo hacer una parada debido a que la llanta trasera se ha quedado sin aire. Sin poder ver donde estaba el problema de la cámara, decidí pedir mi primer ride que me pudiera llevar a la gasolinera más cercana, la cual estaba a sólo un par de kilómetros. Luego de haber durado hora y media con el problema (al menos fue la primera parchada por mi mismo), ya me encontraba nuevamente en carretera. Transcurridos algunos kilómetros, faltaba poco para el atardecer y de nuevo había tenido un par de inconvenientes con la cámara, por suerte, había podido alcanzar a llegar a la entrada de Hecelchakán. Allí, lo primero que quería buscar era un taller de bicis para que hicieran un mejor trabajo del que yo hice, pregunté por algunos, pero al dar con ellos, ya estaban cerrados. Mientras caminaba, me parecía curioso cómo la gente se transportaba de un lugar a otro por medio de una especie de bici-taxi, las calles algo angostas y todavía algunas de terracería, varias de las casas aún permanecían con sus techos de hojas seca de árbol visto desde afuera. Tengo que agradecer a un amable señor que me acompaño a buscar un taller abierto, hasta que un par de jóvenes se ofrecieron ayudarme con la reparación de una cámara. Al llegar a la parte del zócalo, fui en dirección a la iglesia, la cual sería el lugar donde solicitaría alojamiento al padre Alejandro, y reposaría esa sola noche.


En la mañana siguiente, desayuné en una taquería que estaba al lado de la iglesia donde dormí, allí, un señor me comentó que me había visto salir de Campeche el día anterior, y me preguntó hasta donde me dirigía, entre otras cosas. Al final, los muchachos de la taquería me regalaron lo más valioso y necesario para este viaje, agua. ¡Muchísimas gracias gente de Hecelchakán! Aparentemente el día parecía ser prometedor respecto al anterior, hasta que de repente el cielo se puso soleado y el viento comenzaba a dirigirse en contra mía. Había escuchado decir que pedalear en dirección opuesta al viento era complicado pero nunca pensé que tanto. El transcurso del camino no fue de lo más grato, lo único que había en la autopista eran puentes sin sentido o función alguna, gente que circulaba con sus vehículos a cientos de kilómetros por hora tirando su basura sobre el camino - con ganas de tomar lo que tiraron y poder alcanzarlos para regresarles lo que les pertenece -, y cerros, cerros que seguramente años atrás eran parte del paisaje y que ahora solo circulan vehículos sobre estos.

Al llegar al área de retenes y ser interrogado ya en el estado de Yucatán, me tomé un poco de tiempo para comer algo en uno de los puestos de comida que había en una especia de plaza, decisión que luego me arrepentiría por el precio y calidad del platillo, además por la rotunda y seca manera de la que me negaron un poco de agua para tomar. Tenía menos de dos horas para llegar al poblado más cercano antes de que comenzara a oscurecer, cosa que quería evitar a toda costa por los riesgos que representa. En ese momento fue cuando tuve que emplear toda la energía para ir lo más rápido posible y poder llegar al pueblo más cercano. Durante el camino se encontraban una especie de ruinas, a lado y en el medio de la carretera, donde me pasó por la mente llegar a acampar. Por suerte no hice nada de eso ya que me libré de un conflicto con los guardianes del lugar: los Alushes.

Una vez que ya había pasado el atardecer, me detuve en un pequeño pueblito que se encuentra antes de llegar a Opichén y en dirección hacia Kopomá. Allí conocí a Almicar, un señor nativo del lugar, y que durante su juventud tuvo que irse a vivir al D.F., con el tiempo, tomó la decisión de volver a su lugar de origen. Almicar y otra señora son propietarios de unas cabañas, aunque apenas van comenzando con su negocio, estas son rentadas a grupos o hasta a una persona. Duré bastante tiempo esperando por un aventón que me llevara a Opichén o a Muna sin éxito alguno. Mientras conversábamos, Almicar me comentaba sobre las maravillas del estado de Yucatán y sus tantos conocidos atractivos como aquellos que no han sido explotados - por suerte o mala suerte para otros - por el hombre. Le hice el vago comentario de acampar en las ruinas que había visto anteriormente, y me advirtió que eso hubiera sido un poco riesgoso, debido a estos guardianes llamados Alushes. Los Alushes son pequeños duendes que sirven como protectores especialmente de granjas, pastizales y hasta casas, contra personas o espíritus malignos. Estos duendes son creados por un brujo maya, el cual lleva un proceso complicado y largo para su creación. Todo esto a cambio de lo que el brujo te pida. Hay que tener cuidado, ya que si no se alimentan adecuadamente a estos guardianes, pueden llegar a convertirse en un serio problema.

Después de escuchar sobre los Alushes y otras leyendas del lugar, así como algunas cosas sobre naturales que han ocurrido en las cabañas de Almicar, y al ver que no tenía donde dormir, tomé la decisión de quedarme en una de sus seis cabañas por la única tarifa de $100 pesos. La entrada del lugar, tanto como el patio grande y su alberca vacía (donde según una persona vio a una mujer de cabello negro y largo merodear) estaba algo desordenado, podía verse que se estaba trabajando en ello. El interior de la cabaña era diferente, limpio y ordenado, el pequeño inconveniente es que no había luz, ni agua. Almicar me dio a conocer que se tenía que ir, pero que la otra señora vendría temprano por la mañana a darme agua caliente para bañarme. Me encontraba sólo y en completo silencio con la oscuridad. La razón por la que decidí quedarme ahí (además de no tener donde dormir) fue para descansar  a gusto en una cama que no era la mía, pernoctar de una manera algo ecológica, y, aunque no soy muy creyente de las cosas sobre naturales, quería experimentar algo de las cosas que le han sucedido a otras personas al quedarse ahí. Para ser honesto, me lleve a la cabaña la luz de la bicicleta por sí las moscas.

Temprano en la mañana, arreglé mis cosas y esperé  por la señora que vendría, la cual llegó pero cuando  ya tenía que partir para llegar lo más temprano que pudiera a Uxmal. Había una distancia aproximada de 40 kilómetros de mi objetivo, durante el trayecto, sólo veía pasar las pocas motocicletas y vehículos que me rebasaban fácilmente. Al llegar a Muna, me tomé unos minutos para desayunar algo rápido en lo que es su plazuela principal. Era curioso ver el rostro de las personas observando a un desconocido andando por ahí en su bicicleta, pero muy agradable cuando las saludabas y ellos te respondían de manera muy amable. El camino a la zona arqueológica fue de lo más fácil, ya que había una buena cantidad de bajadas que hicieron todo más sencillo. Claro, el regreso sería otra cosa diferente.

Una vez ya en la zona arqueológica, dejé todas mis cosas y me dirigí a recorrer el área. Lo bueno que como fue domingo, fue totalmente gratis la entrada. Allí me mezclé entre un grupo de turistas italianos para escuchar la explicación del guía sobre la Pirámide del Adivino, posteriormente tomé mi propia dirección. Uxmal es una de las ciudades mayas más importantes de esta cultura, con un estilo arquitectónico muy representativo. En lo personal, Uxmal sería una de las zonas arqueológicas preferidas y recomendadas para visitar por su riqueza arquitectónica que ofrece.


 Pirámide del Adivino










 Anillo del Juego de Pelota

 Palacio del Gobernador







Mientras las manillas del reloj seguían avanzando y yo me enamoraba di tutte le belle donne italiane e tedesche, era tiempo de regresar a Muna a comer algo y ver la opción de acampar o pedalear hasta el pueblo más cercano a Mérida. En el pueblo de Muna comí y descansé un poco más de lo debido, pero todo era tan tranquilo, que dejé el tiempo pasar sin preocupación. Ya no quería seguir pedaleando ese día, así que fui a la iglesia a solicitar permiso para quedarme esa noche pero el padre no se encontraba en ese momento, busqué un lugar que me había sugerido una muchacha de la localidad, el cual era accesible a mi presupuesto diario. Una vez encontrado con el lugar, conocí al señor Gilberto Arjona, quien vive solo en una casa grande desde un tiempo, pero que le agrada recibir visitas de viajeros. Lo primero que quería hacer era tomar un baño que me hacía falta desde hace días. Gilberto es una persona ya grande que desde muy chico se fue a los Estados Unidos de mojado en busca de una mejor vida, años después, tomó la decisión de volver a sus tierras que es donde él pertenece. Da la casualidad que de joven visitó el puerto de Mazatlán, donde aún permanece en sus recuerdos las Tres Islas. Antes de ir a dormir, pude observar un cuadro de cómo era Uxmal varios años atrás, en aquel momento, me invadió un sentimiento de haber deseado visitarlo en esa época, donde dicha zona arqueológica no era manejado como un producto turístico. Temprano como de costumbre, estaba listo para esos 65 kilómetros restantes que me llevaría hasta la ciudad de Mérida. Muna o Mun-ha – como es originalmente en maya – significa tierra de agua, ya que cientos de años atrás todo el centro del lago era una laguna. Era tiempo de dar las gracias y despedirme de Gilberto, un gran gusto el haberlo conocido y poder conocer un poco de cómo es el lugar donde vive.

Gilberto y yo

La mañana se fue volando y sin darme cuenta ya casi era medio día y me encontraba en Umán, a solo unos cuantos kilómetros de Mérida. Ya en la capital, llamé a Pedro, un amigo de Mazatlán que vive ahora en la ciudad con junto con Ángel, otro amigo mazatleco, y Karen, novia de Pedro. Mientras acordábamos la hora y lugar donde nos veríamos, me guíe en dirección al zócalo donde reposé un poco y después hice una visita al Mercado San Roque. En el mercado hay varios negocios de comida, pero lo que yo buscaba en especifico era el llamado Relleno Negro, en este platillo se sirve en  un plato hondo caldo de color negro, el cual tiene un sabor casi nada a picante y a su vez dulce, pavo desmenuzado, y una pieza de huevo cocido. El calor se podía sentir algo intenso, las calles del centro eran muy transitadas por bastantes vehículos y había muchas personas por doquier, con los días me daría cuenta que me gusta más la ciudad de noche por su tranquilidad.

Relleno Negro

Mérida es una de las ciudades más seguras de todo México, los índices de inseguridad y violencia son demasiados bajos, es poseedor de un bello centro histórico, se llevan a cabo distintos eventos culturales durante la semana, muchos de ellos gratuitos, así como también hay varios lugares interesantes que conocer a las afueras de la ciudad. Ya en el lugar donde había acordado de verme con Pedro, éste me recogió y nos fuimos camino a casa, lugar donde permanecería a lo mucho una semana antes de continuar con la última parte de mi recorrido.









 Progreso (Cerca de Mérida)










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