viernes, 15 de marzo de 2013

La Ciudad Fortificada de Campeche


Chablé – Aguacatal – San Francisco de Campeche 11-15 Febrero 2013

Como bien dice el dicho: “Al que madruga Dios lo ayuda”. Este podría ser uno de los consejos más valiosos para toda aquella persona que viaja en bicicleta, y que por equivocación no apliqué al pie de la letra. Ya con el estomago bien lleno y preparado para partir con destino a la ciudad de Campeche, llego el momento nuevamente de decir adiós. Mil gracias a la señora Alicia, al señor Ramón, y a Claudia por tan inmensa y cordial hospitalidad brindada durante mi estadía con ustedes.

El trayecto en carretera fue relativamente sencillo, todo era muy plano con un par de inclinaciones pero para nada agotadoras, silencioso y con un radiante paisaje. Después de haber estado en Chiapas por casi dos semanas, estoy consciente que se requiere al menos de un mes completo para conocerlo a profundidad, sé que me voy con un grato sabor de boca por las extraordinarias personas que tuve la oportunidad de conocer, y por los imborrables momentos compartidos junto a todos estos nuevos amigos.

Sin darme cuenta, ya había estado pedaleando durante seis horas, había dejado atrás Chiapas y me encontraba un poco hambriento y muy quemado. Fue ahí cuando decidí hacer una parada en el poblado de Chablé para reposar y seguramente pasar la noche. Simpático ver como la gente grande y niños se referían al verme como: ¡Hey gringo! ¡Hi güero! ¡Hey my friend, dame dinero! Mientras reposaba y veía la distancia que había al pueblo más cercano, un policía se acerco a mí, y le dio curiosidad el saber quién era y hacia donde me dirigía. Como en pueblo chico todos se conocen, dio la casualidad que pasó la sobrina del oficial, la cual es parte del comité de la iglesia, y que me ofreció un espacio para dormir en esta misma.

 Río Usumacinta


En la mañana desde muy temprano y ya desayunado, se dejó el pequeño poblado alrededor de las siete de la mañana para tratar de llegar lo más lejos posible. Todo avanzaba muy bien hasta medio día, el sol estaba fuertísimo y sentía como tanto brazos y piernas estaban siendo afectados por los rayos solares. Llegando al pueblo de Aguacatal, busqué un lugar donde hubiera un poco de sombra y poder descansar, para después comer algo. Sin percatarme el tiempo pasó y aún seguía en el pueblo, cuando vi la distancia que había entre donde me encontraba y el siguiente poblado era de 60 Km, pensé que lo mejor sería acampar, solo que al darme cuenta que me quedaba poco efectivo en la billetera, poca agua, y que el único lugar donde posiblemente podría encontrar un cajero estaba a unos 100 km de mi ubicación, tomé el camino más sencillo, que fue utilizar lo que me quedaba de dinero para tomar el transporte que me llevara hasta la ciudad de Campeche.


Repentinamente y sin razón alguna, el autobús se detuvo en el medio de la oscuridad, donde apenas se podía ver otros camiones de carga, un pequeño fuerte, y personas conversando con sus linternas. Por un instante pensé que se trataba de un complot y que nos robarían todas nuestras pertenencias. La persona con la que iba conversando a lado de mi asiento me dijo que únicamente los choferes estaban contrabandeando la gasolina y que era algo normal.

Era casi media noche cuando se arribó a Campeche, sin tener donde dormir, busqué un hostal en la zona que me había sugerido un muchacho de la ciudad que conocí por una calle. De repente, dos tipos que me habían visto por la plazuela principal, me preguntaron si estaba buscando un lugar barato donde quedarme, si fuese así, me pidieron que los siguiera, ya que ellos conocían de un lugar llamado Hostal Monkey, donde solo cobran $100 por un dormitorio compartido la noche y se encuentra en el medio centro histórico. ¡Finalmente iba poder tomar un baño!!

Despierto desde temprano para poder aprovechar el día, caminé a la plazuela principal donde me dirigí a un modulo de información turística para conseguir un mapa de la ciudad, allí la persona en turno, Lorenzo, me proporcionó la información requerida de acuerdo a mis intereses. Antes de explorar la ciudad amurallada (que por cierto es una de las siete ciudades que son denominadas como Patrimonio Cultural de la Humanidad en todo el país) decidí hacer una parada para tomar le petit déjeuner en un local económico, allí ordené un panucho de caracol y chakmul (carne de puerco) con mi respectiva agua preferida, la de horchata.

La ciudad de Campeche es muy atractiva, posee un pintoresco centro histórico donde todos sus edificios mantienen esa misma estructura arquitectónica estilo barroco, además que todos sin excepción alguna, están pintados con los mismos colores. Cuenta con un aire similar a San Cristóbal, solo que aquí si hace mucho calor. Debido a su pasado con los españoles, la importancia que tuvo en su tiempo como puerto comercial, y los ataques continuos por parte de los piratas, es posible visitar cada uno de sus baluartes y fuertes que se encuentran estratégicamente localizados por toda la ciudad. El problema para mi bolsillo es que en cada uno se debe cubrir una cuota para entrar.







En la tarde me reuní con Giselle, una chica de Couchsurfing para ver el atardecer mientras caminábamos por el malecón. Ella es originaria de Estados Unidos pero con un poco de raíces argentinas y europeas, se encontraba en la ciudad desde Enero por motivo de su trabajo.






El día siguiente era 14 de Febrero, día del marketing. Como sería mi último día en la ciudad, tomé mi bicicleta para dirigirme al Fuerte de San José, el cual se encuentra en la parte más alta de un cerro, y donde se puede apreciar la ciudad por completo. Posteriormente, mi intención era ir al Fuerte de San Miguel, que se localiza en otro cerro, pero del otro lado de la ciudad. Al final, decidí pedalear en dirección hacia este fuerte pero en busca de la playa, lo cual fue en vano, ya que todo el mar en Campeche es abierto y no es posible nadar.

Fuerte de San José 


A las 20:00 hrs. había hecho planes para quedarme de ver en la plazuela principal con Giselle, para después irnos caminando por el malecón, hasta llegar a un lugar donde todos los jueves toca un grupo de salsa en vivo, allí veríamos también a un par de amigos de ella. De regreso, caminamos por última vez por las calles silenciosas del centro, hasta que cada uno tuvo que tomar su camino. ¡Muchas gracias por todo Giselle! Realmente una noche muy amena y divertida.




 Giselle y yo



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