Chablé – Aguacatal – San Francisco de Campeche 11-15 Febrero
2013
Como bien dice el dicho: “Al que madruga Dios lo ayuda”.
Este podría ser uno de los consejos más valiosos para toda aquella persona que
viaja en bicicleta, y que por equivocación no apliqué al pie de la letra. Ya con
el estomago bien lleno y preparado para partir con destino a la ciudad de
Campeche, llego el momento nuevamente de decir adiós. Mil gracias a la señora
Alicia, al señor Ramón, y a Claudia por tan inmensa y cordial hospitalidad brindada
durante mi estadía con ustedes.
El trayecto en carretera fue relativamente sencillo, todo
era muy plano con un par de inclinaciones pero para nada agotadoras, silencioso
y con un radiante paisaje. Después de haber estado en Chiapas por casi dos semanas,
estoy consciente que se requiere al menos de un mes completo para conocerlo a
profundidad, sé que me voy con un grato sabor de boca por las extraordinarias
personas que tuve la oportunidad de conocer, y por los imborrables momentos
compartidos junto a todos estos nuevos amigos.
Sin darme cuenta, ya había estado pedaleando durante seis
horas, había dejado atrás Chiapas y me encontraba un poco hambriento y muy
quemado. Fue ahí cuando decidí hacer una parada en el poblado de Chablé para
reposar y seguramente pasar la noche. Simpático ver como la gente grande y
niños se referían al verme como: ¡Hey gringo! ¡Hi güero! ¡Hey my friend, dame
dinero! Mientras reposaba y veía la distancia que había al pueblo más cercano,
un policía se acerco a mí, y le dio curiosidad el saber quién era y hacia donde
me dirigía. Como en pueblo chico todos se conocen, dio la casualidad que pasó
la sobrina del oficial, la cual es parte del comité de la iglesia, y que me
ofreció un espacio para dormir en esta misma.
Río Usumacinta
En la mañana desde muy temprano y ya desayunado, se dejó el
pequeño poblado alrededor de las siete de la mañana para tratar de llegar lo
más lejos posible. Todo avanzaba muy bien hasta medio día, el sol estaba
fuertísimo y sentía como tanto brazos y piernas estaban siendo afectados por
los rayos solares. Llegando al pueblo de Aguacatal, busqué un lugar donde
hubiera un poco de sombra y poder descansar, para después comer algo. Sin percatarme el tiempo pasó y aún seguía en el pueblo, cuando vi la
distancia que había entre donde me encontraba y el siguiente poblado era de 60
Km, pensé que lo mejor sería acampar, solo que al darme cuenta que me quedaba
poco efectivo en la billetera, poca agua, y que el único lugar donde
posiblemente podría encontrar un cajero estaba a unos 100 km de mi ubicación, tomé
el camino más sencillo, que fue utilizar lo que me quedaba de dinero para tomar
el transporte que me llevara hasta la ciudad de Campeche.
Repentinamente y sin razón alguna, el autobús se detuvo en
el medio de la oscuridad, donde apenas se podía ver otros camiones de carga, un
pequeño fuerte, y personas conversando con sus linternas. Por un instante pensé
que se trataba de un complot y que nos robarían todas nuestras pertenencias. La
persona con la que iba conversando a lado de mi asiento me dijo que únicamente
los choferes estaban contrabandeando la gasolina y que era algo normal.
Era casi media noche cuando se arribó a Campeche, sin tener
donde dormir, busqué un hostal en la zona que me había sugerido un muchacho de
la ciudad que conocí por una calle. De repente, dos tipos que me habían
visto por la plazuela principal, me preguntaron si estaba buscando un lugar
barato donde quedarme, si fuese así, me pidieron que los siguiera, ya que ellos
conocían de un lugar llamado Hostal Monkey, donde solo cobran $100 por un
dormitorio compartido la noche y se encuentra en el medio centro histórico.
¡Finalmente iba poder tomar un baño!!
Despierto desde temprano para poder aprovechar el día,
caminé a la plazuela principal donde me dirigí a un modulo de información
turística para conseguir un mapa de la ciudad, allí la persona en turno,
Lorenzo, me proporcionó la información requerida de acuerdo a mis intereses.
Antes de explorar la ciudad amurallada (que por cierto es una de las siete
ciudades que son denominadas como Patrimonio Cultural de la Humanidad en todo
el país) decidí hacer una parada para tomar le petit déjeuner en un local
económico, allí ordené un panucho de caracol y chakmul (carne de puerco) con mi
respectiva agua preferida, la de horchata.
La ciudad de Campeche es muy atractiva, posee un pintoresco
centro histórico donde todos sus edificios mantienen esa misma estructura
arquitectónica estilo barroco, además que todos sin excepción alguna, están
pintados con los mismos colores. Cuenta con un aire similar a San Cristóbal,
solo que aquí si hace mucho calor. Debido a su pasado con los españoles, la
importancia que tuvo en su tiempo como puerto comercial, y los ataques
continuos por parte de los piratas, es posible visitar cada uno de sus baluartes
y fuertes que se encuentran estratégicamente localizados por toda la ciudad. El
problema para mi bolsillo es que en cada uno se debe cubrir una cuota para
entrar.
En la tarde me reuní con Giselle, una chica de Couchsurfing
para ver el atardecer mientras caminábamos por el malecón. Ella es originaria
de Estados Unidos pero con un poco de raíces argentinas y europeas, se
encontraba en la ciudad desde Enero por motivo de su trabajo.
Fuerte de San José
A las 20:00 hrs. había hecho planes para quedarme de ver en
la plazuela principal con Giselle, para después irnos caminando por el malecón,
hasta llegar a un lugar donde todos los jueves toca un grupo de salsa en vivo,
allí veríamos también a un par de amigos de ella. De regreso, caminamos por
última vez por las calles silenciosas del centro, hasta que cada uno tuvo que
tomar su camino. ¡Muchas gracias por todo Giselle! Realmente una noche muy
amena y divertida.
Giselle y yo
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